Estimados amigos y lectores:
Esta es la ponencia "Periodismo de investigación; desafíos", presentada esta mañana por José Martínez Mendoza en la unidad Cuajimalpa de la Universidad Metropolitana, donde recibió homenaje por sus 35 años de ejercicio periodístico.
Saludos
******************************************
(Este texto
es para Jesús Blancornelas y Francisco Ortiz Franco y cien periodistas más que
nunca podrán leerlo)
Quisiera
comenzar esta charla con una anécdota del autor de El sueño de los héroes, hablo del creador de una vasta obra, el argentino Adolfo Bioy Casares quien provenía de
una familia rica, lo que le permitió dedicarse exclusivamente a escribir; un
día un joven estudiante le preguntó Maestro cuánto tiempo podría llevar a un
escritor o periodista a triunfar o tener éxito, y Bioy Casares respondió:
“Bueno, los primeros 40 años son difíciles”.
A 35 años les quiero decir que desde mis inicios como
reportero a mediados de los setenta asumí el periodismo como una vocación y un
compromiso: servir a mi país desde el periodismo. La fama, el éxito para mí son
intrascendentes, por eso recuerdo las palabras de Gabriel García Márquez en su
memorable discurso de la Quincuagésima Segunda Asamblea de la Sociedad
Interamericana de Prensa a la que tituló como “El mejor oficio del mundo”, y en
la que el autor de Cien años de soledad
inició así: “A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas
de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la
respuesta fue terminante: ‘Los periodistas no son artistas’”.
Por eso hoy quisiera decir que para mí la
universidad de periodismo fue Manuel Buendía y después de las aulas la mejor
universidad han sido mis padres y mis amigos: muchos de los que están aquí
presentes y otros ausentes, como lo son decenas de periodistas, cuyo
único delito fue testificar una realidad oprobiosa, víctimas que reflejan el
peligro de la libertad de expresión misma.
Buendía
sostenía que quienes creen haber llegado a la cumbre y piensan que se podrán
instalar en ella un largo tiempo, son los que están exactamente en vísperas de
comenzar su decadencia profesional. Las cumbres en el ejercicio periodístico
son tan agudas como la punta de una bayoneta. Por tanto es recomendable bajarse
inmediatamente de ahí para continuar el áspero camino, pues ni siquiera en el
último día de su vida, un verdadero periodista puede considerar que llegó a la
cumbre de la sabiduría y la destreza. Decía Buendía: imagino a uno de esos
auténticos reporteros en pleno tránsito de esta vida a la otra y lamentándose
así para sus adentros: “Hoy he descubierto algo importante, pero ¡lástima que
ya no tenga tiempo para contarlo!”.
Buendía
como Jesús Blancornelas al igual que Miguel Angel Granados Chapas y el propio
Julio Scherer se han erigido en modelos y guías para sectores muy amplios de la
sociedad. Por su compromiso en temas sociales y políticos lograron tener una
enorme repercusión.
No se
puede entender el periodismo sin ideales, esa es la lección de Buendía, aunque
hay de periodistas a periodistas. En el gremio hemos tenido tres grandes mitos:
Primero, la creencia en el paraíso celestial. Después los periodistas
militantes que creían en una transformación socialista, que era creer en el
paraíso terrestre. Y ahora a una gran mayoría de periodistas, como su servidor,
sólo nos queda un mito, ¡el de la jubilación!
Para bien
o para mal, persiste la idea de que el periodista como el intelectual puede ser
el portavoz del pueblo y de la justicia lo cual bebe de una larga tradición.
Por ejemplo, en Francia tres intelectuales simbolizan la libertad de expresión
y el Derecho a saber. Émile Zola, tal vez el más emblemático. Thomas Mann dijo
que Zola escribió ‘Yo acuso’ porque antes existió Voltaire.
Un artículo de Émile Zola en 1898, provocó una sucesión de crisis
políticas y sociales inéditas en Francia que, en el momento de su apogeo en
1899, revelaron las fracturas profundas que subyacían en la Tercera República
Francesa. Dividió profunda y duraderamente a los franceses en dos campos
opuestos, los pro y los contra al capitán Dreyfus y reveló la existencia en la
sociedad francesa de un núcleo de violento nacionalismo y antisemitismo
difundido por una prensa sumamente influyente. El caso se convirtió en símbolo
moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado.
El caso Dreyfus tuvo como origen un error judicial, sobre un
trasfondo de espionaje y antisemitismo, en el que la víctima fue el capitán
Dreyfus que marcó un hito en la historia del antisemitismo. Enjuiciado por un
tribunal militar por el delito de alta traición, Dreyfus fue condenado a
prisión perpetua y desterrado en la Colonia penal de la Isla del Diablo en la
costa de la Guayana francesa.
En 1906 su inocencia fue reconocida oficialmente por la Corte de
Casación a través de una sentencia que anuló el juicio de 1899, sin reenvío
para realizar un nuevo juicio, y decidió la rehabilitación del capitán Dreyfus,
decisión inédita y única en la historia del derecho francés. Rehabilitado, el
Capitán Dreyfus fue reintegrado al ejército con el rango de Comandante,
participando luego en la Primera Guerra mundial. Con la dignidad en alto,
Dreyfus falleció en 1935.
El segundo pensador de referencia es André Gide, que es uno de los
mayores escritores franceses, un intelectual y periodista que reivindicó la
libertad de decir lo que uno es y lo que uno ve. Resistió todas las presiones
del mundo. Fue el primer gran escritor en declararse homosexual, en un entorno
muy hostil. Denunció el colonialismo, la explotación de los indígenas. Luego lo
haría con la Unión Soviética.
El tercer pilar del siglo XX en Francia fue Jean Paul Sartre, un
escritor mediático, un rock star.
De todo
esto se nutre y se lleva en el ADN en el periodismo de investigación. Todos los
días hay que aprender de estas lecciones.
Para los
de mi generación y otras más influyó en buena medida el llamado nuevo periodismo, la novel no fiction. La
difuminada frontera entre periodismo y literatura. Tom Wolfe, considerado el
padre del nuevo periodismo que surgió hacia la mitad de la década de los sesenta,
y que convulsionó el panorama literario norteamericano.
Para los Nuevos Periodistas de mi generación
había que estar donde pasaban las cosas, así nos formamos los reporteros del
desaparecido unomásuno, había que tomar contacto con la realidad, dejar atrás
el escritorio, los boletines y la declaracionitis. Dar paso a la investigación.
Cambiar el periodismo, como lo demostró ejemplarmente Truman Capote con su
reportaje-novela A sangre Fría.
A
pesar de estas aportaciones, el periodismo de investigación tiene raíces más
profundas. Surgió en Estados Unidos a principios del siglo XX. El periodismo de
investigación muy pronto encontró a un público lector cada vez más ávido y
numeroso, fue bautizado en 1906 por el presidente T. Roosevelt, como
“Mukrakers” (removedores de estiércol). No hubo rincón de la vida política y
económica de las grandes ciudades de Estados Unidos que no quedara cubierta por
los periodistas de investigación. Reportajes y artículos sobre desfalcos en la
bolsa de valores, de falsificación de patentes médicas o ilegalidades y
atentados contra la salud pública de las empacadoras de carne, tenas en esos
años, que presionaban a los protagonistas de los relatos. Los periodistas daban
cuenta sobre la corrupción que privaba indistintamente en la sociedad
estadounidense, fueron políticos o empresarios, trabajadores negros o blancos,
ciudadanos en general, todos por igual, quebrantando o despreocupándose de las
leyes.
Los
pioneros del periodismo de investigación fueron los reporteros de McClure’s
Magazine que desataron el escándalo de la compañía petrolera de John
Rockefeller, la “Standard Oil”, en la que documentaban los manejos poco
escrupulosos de los empresarios, de cómo destruía a sus competidores, con qué
métodos se apropiaba de recursos naturales y compraba a los legisladores. (Aquí vale subrayar que en México cualquier parecido
con la realidad es mera coincidencia).
Esto
demuestra que el periodista es un ser social activo, que en alguna medida ejerce
un liderazgo social. Aun no proponiéndoselo, el periodista influye sobre las
circunstancias, los hechos, las conductas políticas, sociales y económicas de
su país. A contracorriente, como decía Buendía, ya es tiempo de que
abiertamente se diga que la sociedad no tiene por qué apoyar a periodistas que
han desertado de sus deberes esenciales y de sus compromisos frente a la misma
sociedad, cuya inteligencia ofenden con un producto generalmente de baja
calidad ética, y cuyo sentido de justicia violentan con la calumnia, la
injuria, la extorsión y la grosera alabanza bajo estipendio.
El
periodismo de investigación es un compromiso social que tiene reglas claras y
definidas. (Buendía dixit) Hablar de ética entre nosotros los periodistas es
como mencionar el cilindro: casi todos afirmarían que lo pueden tocar, pero no
muchos se ofrecerían como voluntarios para cargar con él.
El
periodismo de investigación es un trabajo que se hace en solitario, requiere de
disciplina intelectual, compromiso social, como un contrapoder pese a la
autocensura por los intereses de los medios, es un trabajo de largo aliento y
costoso porque requiere de mucho tiempo y paciencia, el periodista necesita de
intuición, agudeza, ojos escrutadores, cultura, inteligencia, investigar no sólo
requiere método, también es imprescindible contar con técnicas determinadas y
con una estrategia adecuada para cada caso. Es armar un rompecabezas, dejar de
lado las filtraciones, confirmar los datos con el mayor rigor, dejar de lado
los rumores, apoyarse en documentos, saber desclasificar expedientes y un buen
archivo y contactos en todos los ámbitos. Someter la información al máximo
proceso de verificación. El periodismo de investigación se base en tres reglas:
1.- Debe ser un tema propio del periodista, 2.- Que sea un tema de interés
público y 3.- develar si hay algo oculto… Y una cosa muy importante:
diferenciar lo público de lo privado.
Cito
aquí un ejemplo del especialista en políticas públicas, el doctor Carlos
Salazar Vargas quien de manera precisa y concisa expone las diferencias entre
lo público y lo privado.
Alrededor
de lo “público/privado” –dice nuestro amigo Salazar Vargas– existen cuatro niveles de análisis,
relacionados entre sí y que incumben al Politing, (y al periodismo de investigación por supuesto) así:
el (1) Se refiere a la esfera
pública, versus esfera privada, en la que lo público equivale a lo estatal y lo
privado al mercado. Por eso, se habla de instituciones públicas -o de seguridad
pública- y de empresas privadas, o bien del interés público y de los intereses
privados. Hay entonces, instituciones que son organizaciones públicas
(secretarías/ministerios/oficinas: toda una gama de Organizaciones Estatales,
Paraestatales y Gubernamentales) en el orden nacional, estatal, regional y
municipal. Otras, se consideran del ámbito privado, porque su capital tiene
menos del 50 % de aportes gubernamentales (aquellos que provienen de nuestros impuestos).
El (2) Sitúa la esfera pública
-de manera un tanto paradójica- en la sociedad civil y no en el Estado. Aquí,
la esfera pública encuentra su fundamento en la capacidad de la sociedad civil
(irónicamente compuesta por individuos privados) quienes se organizan
independientemente del Estado. Así, el espacio público se caracteriza por ser un
espacio de comunicación y discusión crítica y racional. El (3) Utiliza el concepto de lo público
con la idea de accesibilidad y de universalidad. Así, se habla de espacio
público o de educación pública y es donde se encuentra la “información
pública”, aquella de uso y consumo general (para todos los ciudadanos), opuesta
a la información reservada (clasificada y secreta o “Privada”), para uso y
consumo de un grupo, institución o un gremio particular. En el (4) Está lo que es público, en
oposición a lo que permanece oculto o es secreto. Por eso, se asegura que los
políticos -al igual que artistas, figuras de farándula, deportistas y/o líderes
de opinión- tienen una vida “privada”, diferente/distinta de aquella que
ejercen o representan en “público”.
Hoy,
las divisiones entre “público/privado” se han desdibujando y una de las razones
es por el caso del colombiano Marco
Fidel Suárez, cuya madre -doña Rosalía- lavó ropa ajena y amasó galletas
para levantar a su familia. Este antecedente lo aprovechó un detractor y en
pleno “Congreso de la República” le vociferó que no podía pertenecer a esa
“Corporación de ilustres hijos de la República”, porque su madre era una “mujer
pública”. Éste escritor, periodista, político, Presidente de la República,
varias veces ministro, miembro de la Academia Colombiana de Historia y quien
recibió diversas condecoraciones como la de Caballero de Primera Clase de manos
del Papa Benedicto
XV,
así respondió a esta vil acusación: “Si pública es la mujer que por puta es conocida/re-pública
ha de ser una puta muy corrompida./Siguiendo el silogismo de esta lógica
absoluta,/todo aquel que se reputa de la República ser hijo,/será como se dijo,
un grandísimo hijo de puta”. Por eso, hay políticos que nunca quieren saber si
son públicos o privados.
Por
lo anterior queda claro que en la historia del periodismo de investigación
destacan los detalles que definen los grandes reportajes: cuentan lo que nadie
quiere que se sepa, utilizan gran cantidad de datos y fuentes para confirmarlo
y explicarlo, y el resultado es una gran historia.
Uno
de los más grandes periodistas contempóraneos, Paul Steiger ex reportero de Los
Angeles Times y The Wall Street Journal
se dio a la tarea de impulsar una de las propuestas periodísticas más
atrevidas del siglo XXI: ProPublica.
Este
proyecto de ProPublica surgió de la iniciativa de un par de filántropos,
Herbert y Marion Sandler quienes pidieron consejo a Paul Steiger, preocupados
ante la disminución del periodismo de investigación en las redacciones
tradicionales. Destinaron 10 millones de dólares a ProPublica para mantener
vivo el periodismo de investigación. Este proyecto periodístico se está
financiando con donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha
obtenido, en sólo seis años desde su creación, una treintena de premios, entre
ellos el Pulitzer, el máximo galardón para el periodismo de investigación. Cito
un ejemplo: uno de los reportajes de ProPublica sobre los estragos del huracán
Katrina reveló que los médicos de un hospital de Nueva Orleans habían optado
por matar silenciosamente a algunos de sus pacientes ante la imposibilidad de
hacerse cargo de ellos tras la catástrofe.
Esto
demuestra que si bien la gran mayoría de los medios tradicionales están en
crisis, pese a ello debemos ser optimistas respecto del futuro del periodismo,
aún mucho más con la aplicación, cada día, de nuevas tecnologías.
Eso
también lo hemos podido constatar en los grandes diarios del mundo, como The
New York Times, The Guardian, Le Monde, El País, The Wall Street Journal y The
Washington Post, por citar algunos de los más importantes e influyentes.
The
Washington Post, por ejemplo, realizó una gran investigación titulada Top
Secret America. Los reporteros Dana Priest
y William M. Arkin, pasaron dos años investigando todos los resquicios
del entramado de los servicios secretos, las redes de espionaje y su negocio,
sus vinculaciones políticas y económicas, y los lugares donde están los
principales centros secretos. Los reporteros utilizaron bases de datos, mapas,
buscadores y otras herramientas tecnológicas para conseguir y procesar la
información. El resultado ofrecer una mejor información a sus lectores bajo el
principio del Derecho a saber a pesar de los obstáculos como las dilaciones
indebidas en la solicitud de desclasificación de información y a la protección
de datos bajo el argumento de Seguridad.
En
todas partes se cuecen habas. Sabemos gracias al periodismo de investigación de
los escándalos e intrigas en el Vaticano, de la red de pederastas donde se
involucran jerarcas del clero con políticos y mafias del crimen organizado. Y
aún con pruebas irrefutables a muchos sacerdotes los canonizan pese a las
complicidades y encubrimientos. Cuando un periodista cuestionó a un reputado
monseñor sobre la responsabilidad del Papa Juan Pablo II en el encubrimiento de
pederastas como el padre Marcial Masiel, sólo acertó a exclamar: “Que voy a
decir de ese Papa admirable, si me ordenó a mi cuando visitó Valencia”.
Para
concluir quisiera abordar en mi caso personal mi trabajo como periodista más de
investigación que de historiógrafo. Se me ha etiquetado como el biógrafo de
Carlos Slim y de otros personajes como La Maestra Nostra y el Perofesor Hank.
Pinto mi raya porque el biógrafo, generalmente llega al personaje por
admiración o afinidad, aunque su travesía le lleve a destruir el mito.
Vivimos
el boom de las biografías póstumas de todo tipo de personajes llevándolos a
dimensiones de idolatría, yo he escrito sobre personajes vivos y no me importa
si mis investigaciones descansan sobre el lado más oscuro del personaje
investigado, como también lejos de las intachables vidas de santos. No hay
razón para el escándalo, ¿quién no ha escondido una mancha detrás de un cuadro?
Aunque debo decir que para un escritor o un periodista existen miserables
secretos de la vida. Esos secretos no cambian nada. Cambian si haces una
biografía de verdad, pero mejor hacerlas cuando el biografiado haya muerto.