Héctor A. Gil Müller
Siempre las tensiones bélicas han tenido un importante
detonante económico, lo sabemos por el ánimo expansionista del siglo XX y el
impulso colonizador del siglo XVIII y XIX. No podemos asumir que la historia es
cíclica pues entonces el futuro no sería un elemento oculto a nuestra
percepción, pero seguimos usando a la historia como nuestra única guía del
futuro aun y cuando vemos que cada acontecimiento histórico sobresaliente lo ha
sido por no haberse presentado previamente. El problema no está en una falta de
análisis, en muchos casos, sino en una falta de imaginación para poder percibir
que el futuro incluye elementos que antes no se habían presentado y por ello es
futuro, traducido del latín “lo que ha de ser”.
La tensión entre China y
Estados Unidos tiene un componente económico, una presión inflacionaria que es
desconocida para el gigante económico y además una necesidad de fortalecer un
liderazgo geopolítico en un tiempo en el que parece que Estados Unidos ve
amenazada su influencia ante un mundo que ha optado por cambiar los esquemas.
Los movimientos siguen dictando la política, Trump fue un movimiento y como
consecuencia Biden, un político construido a la escuela más pura de la política
pero que hoy cuenta con una de las más bajas aprobaciones presidenciales.
¿México puede beneficiarse de
esa tensión? El nacimiento precede al crecimiento, México puede aprovechar
muchos de los sectores que ya se encuentran en operación como ocurrió durante
el milagro mexicano como resultado de la segunda guerra mundial, pero en aquel
entonces el ofrecimiento era manual, hoy debe ser productivo.
Un entorno adecuado para el
desarrollo implica primeramente nacer a la producción. La maquilación sigue imperando
y la esperanza parece ser nuestro único mensaje ante un desafío. El mundo no se
conquista desde la pasión, es falso “querer es poder” si fuese cierto todos
tendríamos lo que queremos, entre el querer y el poder hay disciplina, una
sucesión ordenada de pasos que conlleva al éxito. Ser disciplinados implica que
los resultados no son consecuencia de un ardid o apasionamiento momentáneo,
sino el aplomo de intentarlo. Por ello afirmo que el nacimiento precede al
desarrollo, las sociedades deben nacer a los elementos que les permitan
competir antes de crecer en ese rubro.
México tiene una posición
estratégica que puede beneficiarse significativamente con cualquier conflicto
productivo, pero hemos desaprovechado el ambiente, así como hemos dado la
espalda al mar hemos declarado un descuido por la producción inteligente,
seguimos anclados en el trabajo manual, por lo que aun medimos como síntoma de
desarrollo la creación de nuevos empleos independientemente de los retos o
exigencias que ellos tengan. No existe un compromiso por el trabajo del futuro,
hemos desaprovechado incluso el aprendizaje del teletrabajo que la pandemia ha
dejado a muchos otros países. Medimos el pasado, pensando que el futuro será igual.
Somos parciales en el enfoque y lo peor, mediocres en la tabla. Nos importa si
hay o no trabajo, no la calidad o futuro del mismo, similar a medir el
alfabetismo y no la calidad educativa como un elemento para el futuro. Lejos de
pensar en el México histórico, debemos pensar en el México futuro.